
Tras
casi seis meses de trabajo para lograr la calidad de Monumento Nacional, este
martes 25 de julio se reconoció a la
Iglesia San Marcos de Mamiña, debido a ser un testimonio del encuentro temprano
entre las culturas originarias y los colonizadores españoles, de gran
importancia para la cultura local y nacional.
La
información se publicó en el Diario Oficial, con el número de decreto 132, en
donde establece este hito, que permitirá
otorgar protección a la infraestructura, que tuvo un siniestro el pasado
6 de enero, con lo que se pe podrá acceder a fondos de reconstrucción de la
misma.
“Estamos
muy contentos de que se haya aprobado el reconocimiento como monumento a esta
iglesia, que tienen sus inicios en 1632 y que no se le había efectuado el trámite
para su protección. Con esto podemos realizar proyectos para su reconstrucción
con fondos del MOP, como sucedió con las iglesias, Sibaya o Huaviña, por lo
que, si todo sale bien, tendremos muy pronto a la Iglesia de Mamiña de nuevo en
funcionamiento para las actividades celebradas en esa maravillosa localidad”.
Mientras
que Ana Paz Cárdenas, Secretaría Técnica del Consejo de Monumentos Nacionales
expresó que “la iglesia es un centro religioso activo, donde la comunidad
mantiene sus tradiciones vivas, tanto a través de las festividades religiosas
tradicionales como por medio de la administración tradicional, en donde un
fabriquero es el encargado de su conservación y un alférez el encargado de la
organización de las fiestas o de la continuidad de la expresión de su fe en
ellas”.
La
iglesia se ubica en el poblado de Mamiña, en la precordillera, a 2.700 metros
de altura y a 125 kilómetros de Iquique, y su población es originaria de la
Comunidad Indígena Quechua de Mamiña.
La
primera construcción con fines religiosos del periodo hispánico probablemente
fue un pequeño oratorio de piedras, cañas y barro como techumbre. En 1632 se
construyó el Templo San Marco de Mamiña, sobre un pequeño afloramiento rocoso
de liparita o pumita (piedra rosada), en un espacio de uso prehispánico con
importancia simbólica para las comunidades originarias. Existía en el lugar un
cementerio prehispánico, según manifiesta la oralidad local, que incluye
descripciones de pobladores sobre hallazgos en trabajos de mantenimiento a
principios del siglo XX y en la década de 1950.
La
iglesia fue erigida con tecnología local, utilizando minerales no metálicos,
piedras, arcilla, barro, madera, pastos duros, moños de trigo con técnicas
tradicionales locales como el adobe, el mortero de barro, techado de mojinete y
trabajo de piedra canteada. Con impronta neoclásica en su altar mayor y
retablo, se presume que las naves o capillas actuales son del templo original y
la actual entrada y retablo una ampliación realizada a fines del periodo
colonial.
La
iglesia ha sido objeto de reconstrucciones por acción comunitaria luego de
incendios y terremotos; luego del terremoto de 2005 la iglesia fue recuperada
con recursos aportados por una empresa minera. En enero de 2017, el templo
religioso fue afectado por un incendio que no llegó a comprometer su
estabilidad.
En
términos urbanos, ésta se configura como un hito que determinó la conformación
del poblado a su alrededor, mientras que en términos arquitectónicos y
constructivos, sus torres de acceso, nave principal y capillas laterales,
construidos en base a materiales y técnicas locales, reflejan el encuentro
entre el mundo andino y el español y son testimonio del Barroco Andino.