
Lo afirma John
Ewer, neurobiólogo y especialista en relojes biológicos de la Universidad de
Valparaíso.
El
próximo sábado 5 de septiembre nuevamente los relojes deberán adelantar sus
manecillas en una hora, para comenzar el horario de verano. La medida se
aplicará en medio de la pandemia del coronavirus, que ha traído como
consecuencia –producto del confinamiento- un deterioro de la calidad del sueño
en las personas, de acuerdo a lo revelado recientemente por un estudio belga.
Desde
la neurociencia, John Ewer, investigador del Centro Interdisciplinario de
Neurociencias de la Universidad de Valparaíso y especialista en relojes
biológicos, explica que en estos momentos “la calidad del sueño debe ser mala,
porque con el encierro estamos expuestos a menos luz natural y además a la luz
de pantallas (o dispositivos tecnológicos) hasta tarde. Con eso nuestro reloj
biológico se atrasa y la hormona del sueño está inhibida hasta más tarde.
Resultado neto: nos dormimos más tarde. Aun si dormimos más horas, algunas de
esas horas son en horarios en que normalmente deberíamos estar despiertos, así
que la calidad del sueño es menos buena; por ello, terminamos menos
descansados. Además, hay mucha ansiedad, por todos lados: por contagiarse, por
contagiar o que se contagie un ser querido, por trabajar en casa con hijos que
requieren atención, por no poder salir, etcétera”.
El
doctor Ewer agrega que “el cambio de horario nos hará despertarnos naturalmente
más tarde y si hay horarios que cumplir, entonces tendremos un déficit de sueño
mayor al que ya tenemos”.
El
investigador también advierte que el cuerpo no se acostumbra nunca a este
cambio de hora; lo que sucede es que “a medida que pasa el tiempo nos acercamos
al verano y, por lo tanto, el sol se va levantando cada día un poco más
temprano”.
¿Por
qué dormimos?
John
Ewer aclara que el dormir es fundamental para la salud de las personas. La
literatura científica señala que los procesos fisiológicos, que ocurren durante
la noche y también en el día, en muchos casos son determinados por la
exposición a luz natural (ciclos de luz y oscuridad), por ejemplo, la secreción
de las hormonas melatonina, cortisol o de la hormona del crecimiento. De esta
manera, hay algunas horas en que algunas sustancias tienen mayor actividad que
otras. Por ejemplo, la mayor secreción de cortisol es al inicio del periodo de
luz, mientras que la secreción de melatonina es durante el periodo de
oscuridad.
Del
mismo modo, adelanta que “la verdad es que no se sabe por qué dormimos. Pero
todos los animales, desde los más simples hasta los más complicados, tienen
periodos de descanso. Lo que sí sabemos es que dormir es vital: si un animal no
duerme muere más o menos en el mismo tiempo que se muere si no come (teniendo
agua de libre disposición). Con humanos no se tiene ese dato, pero lo más
probable es que así sea; somos animales después de todo”.
Respecto
a los riesgos que enfrentamos si no mejoramos la calidad del sueño, el
neurobiólogo señala que “el déficit de sueño afecta nuestro desempeño y estado
de alerta. Si la falta de sueño es crónica, entonces se puede desarrollar el
llamado síndrome metabólico, que incluye hipertensión, diabetes y obesidad. Y
también aumentan algunos tipos de cáncer, por ejemplo, de colon, de mama y de
próstata”.
Entre
las recomendaciones que entrega el investigador destacan el exponerse lo más
posible a la luz natural, sobre todo en la mañana. Y evitar la luz, sobre todo
la de pantallas de cualquier tipo, en la noche.
