Fue un cataclismo. Por más de cinco minutos el
suelo se remeció como una culebra; se abrieron grietas gigantes y cerró con un
tsunami. A 60 años del terremoto de Valdivia, el más potente del mundo, Chile
lidera la construcción antisísmica sin acostumbrarse a esos desastres.
Muchos ya habían almorzado ese domingo 22 de mayo
de 1960 y todavía comentaban el terremoto de 8,1 de magnitud que el día
anterior había azotado a la vecina localidad de Arauco, cuando a las 15H11 la
tierra comenzó a remecerse como nunca antes.
"Sentían que se acababa el mundo. Veían cómo
se abrían grandes grietas en el suelo y que tenían que saltarlas. Veían cómo
los cerros se levantaban y se caían y el suelo se movía como una culebra que
iba para arriba y para abajo", describe Cristian Farías, geofísico y
director del departamento de obras civiles y Geología de la Universidad de
Temuco, tras escuchar a sobrevivientes.
Finalmente el sismo del día anterior resultó ser un
precursor del gran terremoto de Valdivia, que con una magnitud de 9,5 es el más
potente jamás registrado en el mundo.
Tuvo que pasar más de una década para determinar
que la magnitud del sismo era 32 veces mayor a la originalmente medida, agrega
Farías. El experto recuerda que la primera medición se hizo a mano, con un
lápiz y una regla, sobre un sismograma que entregó la magnitud máxima que se
medía en esa época: 8,5.
Otras cifras del sismo también son elocuentes. La
longitud de la ruptura fue de entre 900 y 1.000 km, abarcando gran parte del
sur del país. Tan extensa que algunos expertos optaron por llamarlo como
"el gran terremoto de Chile de 1960".
El sismo desplazó la placas Nazca y Sudamericana
hasta un máximo de 40 metros y tuvo una duración de al menos cinco minutos,
pero como las ondas sísmicas demoran en propagarse hay registros de hasta 14
minutos de duración.
Menos de una hora después, sobrevino el tsunami que
terminó de destruir lo poco que quedaba en pie, con olas de hasta 10 metros que
arrasaron poblados como Puerto Saavedra, Corral y Queule.
Quince horas más tarde, las olas cruzaron el
Pacífico y llegaron hasta pueblos costeros de Japón, donde mataron a más de 130
personas, pasando por Hawai, California y Nueva Zelanda, donde se cobraron
otras víctimas.
Y como si no fuera suficiente, 33 horas después se
produjo la erupción del complejo volcánico Cordón Caulle.
Según al Instituto para la Resiliencia ante
Desastres, el terremoto dejó más de 5.700 muertos y daños por más de 700
millones de dólares.
Buena construcción sin cultura de desastre
Desde antes de esa tragedia, Chile ya había
comenzado a avanzar en normas de construcción antisísmica, pero el
megaterremoto le dio un impulso definitivo. Hoy, es uno de los líderes en esta
materia, con el desarrollo de mecanismos de disipación y amortiguación sísmica.
"Cada uno de los terremotos en Chile ha
marcado un hito pero el del 60 ha sido el más grande respecto a la
modernización y actualización de las normas sísmicas de construcción",
dice a la AFP Sergio Barrientos, director del Centro Sismológico Nacional.
Pero no pasa lo mismo con la cultura antisísmica de
prevención.
"Después del 60, se empezaron a preocupar de
cómo construir mejor y eso se ha logrado, pero las tareas pendientes son
habitar zonas seguras y la cultura antisísmica", señala Magdalena
Radrigán, investigadora en política y gestión de desastres.
Por ejemplo, en Puerto Saavedra, donde sus
habitantes vieron desde los cerros cómo el tsunami arrasó con el pueblo hasta
hoy se sigue construyendo en el borde costero.
"En Chile a mi juicio, no hay una cultura
antisísmica, no hay una cultura de desastre. Si bien todos saben adónde correr,
no manejan kits de emergencias en su casas; no saben dónde están las zonas
seguras, no tenemos incorporado esos conocimientos", agrega.
¿Otro megaterremoto?
Sin bien la gran energía liberada en 1960 permite
anticipar que por varios años no debería volver a generarse en esa zona otro
megaterremoto, los expertos piden estar preparados "para las
sorpresas".
En las costas cercanas a Valdivia hay registros de
al menos otros cinco tsunamis de igual o mayor a magnitud nueve.
"Y por cada terremoto de 9,5, uno puede
esperar varios ocho, que son tremendamente fuertes y pueden producir mucho daño
también", advierte Barrientos. Agrega que "por cada terremoto de
magnitud 8, hay 10 de magnitud siete en la misma región".
Cristian Farías coincide en que es difícil que en
el corto plazo pueda ocurrir otro megaterremoto en esa zona, pero no así en el
resto de Chile, donde hay grandes ventanas sísmicas en las que un gran
terremoto puede ocurrir en cualquier momento.
Fuente: AFP