
Cuando
el club nocturno en el que promocionaba sus negocios en el sur de Chile fue
cerrado por las autoridades al extenderse el brote de coronavirus, Camila
Hormazábal se quedó sin acceso a su única fuente de ingresos.
La
trabajadora sexual de 24 años, que exhibe varios tatuajes en su cuerpo, solía
encontrar clientes en un bar del centro de la ciudad sureña de Concepción, en
una ocupación que durante cuatro años le permitió ganar 715 dólares al mes.
Pero de la noche a la mañana todo eso se esfumó.
Sin
tener manera de pagar sus cuentas, Hormazábal decidió entonces recurrir a las
videollamadas desde su apartamento y le pidió a sus clientes habituales que la
encontraran en línea.
“Las
videollamadas que hago igual aportan en algo, pero obviamente no es lo mismo,
ya que ni siquiera el mínimo (de lo que puede obtener en un día) gano ahora”,
dijo a Reuters por teléfono.
Ella
es una de las miles de trabajadoras sexuales chilenas que enfrenta una
situación precaria después que la intimidad que define su trabajo se alteró por
la pandemia.
Debido
al brote, desde Singapur hasta Alemania y México, las trabajadoras sexuales se
han quedado sin ingresos y, a menudo, sin hogar.
En
Chile, más de las tres cuartas partes de las al menos 60.000 trabajadoras
sexuales son el único sustento de sus hogares y tienen al menos un dependiente,
de acuerdo a la Fundación Margen, que les brinda apoyo social, legal y
emocional.
Con
la necesidad urgente de reemplazar los ingresos perdidos, muchas cambiaron a
servicios en línea, ofreciendo a sus clientes videollamadas, fotografías
eróticas y videos.
Y
las prostitutas mayores, que no tenían conocimientos tecnológicos, han sido
capacitadas por una generación más joven y de clase media que financian sus
estudios vendiendo sexo en línea, según la Fundación Margen.
“Las
virtuales les llamamos nosotras. Hay unas que producen mucho” dinero, dijo
Herminda González Inostroza, de 59 años, una exbailarina de discoteca que ahora
actúa como portavoz de la Fundación.
“Y
son ellas las que están enseñando a otras por redes sociales, Whatsapp, cómo
manejar el rubro, cómo tienen que entrar, cómo pueden captar a clientes; que
tienen que establecer una cuenta para cobrar por tarjeta, como instalar el
webcam”, añadió.
“Para
las de arriba de 45 (años), es difícil que nos metamos mucho en las redes
sociales porque no tenemos el manejo que tienen los jóvenes, pero se aprende”.
Relax
Chile, un sitio web que ofrece contenido para adultos y un lugar de encuentro
para prostitutas y clientes, dijo que casi todas sus cuentas habían cambiado
ofertas de contacto físico hacia entretenimiento en línea. Si bien significó la
pérdida de algunos clientes, abrió puertas a otros del extranjero, dijo un
portavoz.
Las
prostitutas de Chile ya habían tenido dificultades antes del coronavirus por
una ola de protestas sociales que estalló en octubre y que significó la
aplicación de un toque de queda nocturno.
Si
bien el trabajo sexual en sí no es ilegal en Chile, organizar el trabajo sexual
sí lo es, lo que significa que el comercio permanece en el limbo.
Ayuda en comida
González
dijo que un puñado de mujeres todavía se arriesgaba a encuentros físicos con
clientes.
“Hay
algunas compañeras que tienen sus clientes habituales exclusivos, que se
juntan, no quieren perderles como clientes y necesitan pagar sus gastos
básicos”, dijo. “Usan máscaras, guantes, para no tener un contacto tan físico
con los clientes. Son 10, 15 minutos presencial y nada más”.
Camila
Hormazábal, que a veces se pone una mascarilla facial rosa neón en sus videos
para recordar a los clientes la importancia de las medidas sanitarias, dijo que
la mayoría de sus clientes había apoyado el giro hacia los encuentros
virtuales.
“Sí,
obvio, quieren juntas pero yo les digo que sería irresponsable de mi parte y de
la parte de ellos hacer una junta”, relató. “Yo no me expondría a esa situación
sabiendo por lo que estamos pasando”.
González
dijo que las trabajadoras sexuales no acceden a las redes de seguridad social
porque alrededor de un tercio son extranjeras indocumentadas y otras tienen
miedo a la estigmatización o a la investigación por parte de las agencias
gubernamentales, por lo que no se han acogido a los planes de ayuda anunciados
por el gobierno frente a la pandemia.
La
Fundación entregó 60 paquetes de alimentos en marzo y 100 en abril a mujeres
que tienen que mantener a niños, señaló.
La
contribución de marzo fue financiada por algunos de los clientes de las
trabajadoras sexuales online más exitosas, dijo, junto a las propias
trabajadoras.
Un
portavoz del Ministerio de la Mujer de Chile dijo que a las trabajadoras
sexuales se les ofreció apoyo en medio de la pandemia como parte de las nuevas
medidas para combatir la violencia doméstica y que eran libres de acceder a los
beneficios sociales “como cualquier persona”.

Fuente: Reuters