En
su homilía, Monseñor Javier Prado Aránguiz hizo un recorrido por sus años en
Iquique, la construcción de la historia independiente del país y efectuó una
invectiva, respecto de cómo los intereses
personales y egoístas impiden el bienestar general de las personas.
Un recorrido por sus
años en la ciudad, en la década de los ochenta, además de una reflexión,
respecto de la historia del país y las
tensiones sociales que existen en la actualidad, fue al que realizó en la misa
de gracias por las Fiestas Patrias, el Obispo Emérito de Iquique, y actual Obispo
de Rancagua, Monseñor Javier Prado Aránguiz, en su homilía.
En la ceremonia, que
comenzó con la entrada del prelado bajo el arco de flores aymara, además de
estar acompañado de diversas representaciones de lo que es el Chile actual y
sus costumbres típicas, se excusó la presencia del Obispo de Iquique, Monseñor
Marco Órdenes, el que por problemas de salud no pudo presidir el mensaje de ese
año, además de dar la bienvenida a las autoridades y personas que llegaron de
los distintos lugares de la región a participar.
“Hoy ha querido el
Señor, en el atardecer de la vida, que volviera por unos días a este querido
Iquique a prestar algunos servicios pastorales, entre los cuales presidir este
solemne Te Deum con el que tradicionalmente la Iglesia, unida a las autoridades
civiles y militares, alaban al Señor de la Historia agradeciendo los dones
generosos que ha derramado sobre esta Patria Nuestra”, expresó Monseñor Prado.
Luego de aquello, el
clérigo efectuó una invectiva, respecto
de lo que es la historia de Chile y la
historia actual y cómo esta se interpreta, muchas veces para perseguir fines
personales uqe no tienen que ver con el bien común.
“La historia de hoy ha
estado marcada por una serie de tensiones sociales que muestran las inquietudes
y preocupaciones de muchos de nuestros compatriotas. Podemos mirar nuestra
realidad del presente desde diversos ángulos y hacer de ella las más variadas
interpretaciones. No es el momento ni el lugar de hacerlas. Pero una cosa es
cierta. Siempre es necesario tener un corazón y una mente abiertas para
corregir lo que no está bien, buscar lo que se puede mejorar y proyectar así un
futuro tratando de construir entre todos la nación fraterna y solidaria que
queremos”, dijo el Obispo Emérito de Iquique
Y prosiguió con “cualquiera
sea la interpretación de la realidad y los anhelos de futuro que hay en lo
íntimo de nuestro corazón, debemos concluir en una sola cosa. El país sólo se
construye en el amor. No es posible que las odiosidades y el rencor, el odio y
la violencia envenenen el alma nacional. La historia presente y futura tendrá
sentido si el mundo se construye sobre la roca firma de Cristo y su Evangelio.
Sólo en EL encontraremos seguridad y esperanza. Desterrarlo por completo de la
sociedad, sería contribuir a su ruina y destrucción”.
Tras esto, Monseñor
Prado centró sus palabras en reafirmar el compromiso con la patria, con la
construcción de la sociedad chilena, pero sin dejar de lado lo espiritual y la
relación que tiene el hombre con Dios,
la que muchas veces se olvida, por los logros que existen y que dejan como
centro a lo mundano, por lo que Prado citó al nuevo testamento en Mateo, 4, 4,
para expresar que No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale
de la boca de Dios”
A lo que continuó con
“existe hoy la fuerte tentación de vivir sólo de pan, es decir, sólo pensando
en la material, preocupados de tener más, en lugar de ser más persona. Con
demasiada frecuencia se mira el trabajo, no tanto como medio de subsistencia,
de realización personal y de instrumento de servicio a la comunidad, sino como
la capacidad de producir más para tener más. Este afán de éxito económico es el
que hoy ha nublado algunas mentes, ya sea para buscar caminos ilícitos de
enriquecimiento personal o para abrigar en su corazón una tremenda
insensibilidad social, que les impide mirar con claridad las necesidades del
prójimo”.
Ya casi finalizando su
mensaje, el presbítero señaló que “como no sólo del pan vive el hombre, sino de
toda palabra que sale de la boca de Dios, es que llamamos continuamente a
trabajar por inspirar a la nación un hálito de vida que brota de la dimensión
espiritual del ser humano, a buscar la construcción de un mundo solidario en el
que reine la justicia, la verdad, la paz, el amor y el perdón”.
Monseñor Javier Prado,
terminó su homilía, agradeciendo a la Patrona de Chile, para que ella, como
madre de todos nosotros, nos ayude a ser fieles en el cumplimiento de los
compromisos para con la patria y con la sociedad, sin apartarnos de la
enseñanza de su hijo, Jesús.