El Alzheimer es la forma de demencia más común a nivel mundial, llegando a representar entre el 60% y el 70% de los casos, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Se caracteriza por deteriorar la función cerebral de forma progresiva, generando no sólo la pérdida de la memoria, sino que también de funciones motoras, que genera dependencia total y posterior muerte a quienes la padecen. Su prevalencia aumenta con la edad, estimándose entre 0,6% y 1% en el rango de los 65-69 años y cercano al 30% en edades iguales o superiores a los 90 años y aunque uno de los factores determinantes es la edad, esta enfermedad puede comenzar a presentar síntomas desde mucho antes.
“En general, es una enfermedad que está infradiagnosticada y, cuando se hace, suele darse en fases más avanzadas. Lamentablemente, hablamos poco de este tipo de patologías, generando barreras para la prevención, el diagnóstico y el tratamiento para ralentizar su avance”, señala Magdalena Galarce, médica de servicios clínicos y farmacéuticos de Farmacias Ahumada.
De acuerdo a expertos del Instituto Nacional del Envejecimiento de Estados Unidos, los cambios en el cerebro se inician mucho antes de la presentación de los primeros síntomas, presentando cierta toxicidad, como la acumulación de proteínas a niveles fuera de lo común. “La sintomatología también varía en cada persona; mientras algunos comienzan a notar problemas con su memoria, otros pueden tener dificultades para realizar actividades de pensamiento, los cuales suelen vincularse con achaques propios de la edad”, indica Galarce.
En este sentido, el informe 2022 de la Asociación Americana de Alzheimer se debe poner mucha atención al Deterioro Cognitivo Leve (DCL), ya que no sería normal ni parte del proceso típico de envejecimiento. Para la médica, “resulta clave poder distinguir y diagnosticar los problemas cognitivos que sí se generan por el envejecimiento y los relacionados por este deterioro debido al Alzheimer. Por esto es tan complejo diagnosticar esta enfermedad”.
De hecho, para la detección temprana de la patología se han propuesto biomarcadores y numerosas pruebas neuropsicológicas para evaluar las distintas funciones cognitivas en la fase temprana. “Sin embargo, es necesario contar con datos claros sobre confiabilidad, validez y sensibilidad de las pruebas útiles para esta tarea. Lamentablemente, aún gran parte de las versiones de estas pruebas usadas en Chile son extranjeras sin datos normativos claros para la población chilena”, comenta la médica.
Debido al envejecimiento de nuestra población, la propuesta del Plan Nacional de Alzheimer y Otras Demencias estima que en 2050 más de 600 mil personas padecerán alguna de estas afecciones, posicionándose -actualmente- en el tercer lugar de las enfermedades causantes de pérdida de años de vida saludable por muerte prematura y discapacidad. En este sentido, la facultativa nos entrega algunas señales a las que debemos estar atentos:
Cambios de memoria que dificultan la vida cotidiana: En etapas tempranas, una de las señales más comunes es olvidar información recientemente aprendida, fechas o eventos importantes, además de pedir la misma información en repetidas veces. “Los cambios típicos relacionados con la edad se diferencian ya que una persona puede olvidarse de nombres o información de vez en cuando, pero luego lo recuerda”, indica Galarce.
Dificultad para resolver problemas: Mientras que la edad podría hacer que cometas algunos errores cuando sumas o restas, el Alzheimer se expresa en cambios en las habilidades para trabajar con números, como las cuentas mensuales, o seguir un plan.
Problemas con el lenguaje, verbal o escrito: Se les dificulta mantener una conversación, ya sea porque pierden el hilo de la misma, repitan muchas veces una misma idea o llamen a las cosas por un nombre incorrecto. Por el contrario, una persona mayor sana quizás podría encontrar dificultad para encontrar la palabra exacta, pero puede mantener una conversación sin problema.
Pierden la iniciativa para realizar tareas o actividades cotidianas: Las personas con Alzheimer pueden dejar de tener la iniciativa para sus pasatiempos, actividades sociales o proyectos del trabajo, debido a la dificultad que comienza a experimentar para entender hechos recientes o cómo se realiza una tarea determinada. Por su parte, una persona que sólo está envejeciendo sólo se cansa ejerciendo ciertas obligaciones o actividades, pero vuelve a realizarlas.
La ciencia aún no tiene claridad absoluta de los factores que inciden en que una persona desarrolle esta patología y los tratamientos disponibles actualmente no son capaces de curar el cuadro, por lo que las estrategias no farmacológicas -relacionadas con los cambios en los estilos de vida- juegan un rol fundamental a la hora de prevenir a largo plazo el desarrollo de esta enfermedad. Existen investigaciones que han demostrado que mantener un estilo de vida activo, una dieta balanceada y saludable, un mayor nivel educacional, participar de actividades sociales y evitar el consumo de alcohol y cigarrillos podrían reducir el riesgo de las demencias.
“No existe tratamiento que cure esta enfermedad, pero sí existen medicamentos que pueden mejorar temporalmente alguno de sus síntomas y que retardan el avance de ésta, prolongando las funciones e independencia del paciente. Por esto, es clave detectar las señales a tiempo y consultar con un especialista en caso de duda o la aparición de alguna de ellas”, finaliza Galarce.