La pandemia de
COVID-19 puso en jaque a los alojamientos que cobran por hora en varios países
de América Latina. Conocidos como moteles, algunos lograron reinventarse para
alojar a pacientes en cuarentena, mientras otros sobreviven de forma
clandestina o con muchos menos clientes, que ahora están prohibidos de realizar
orgías.
Casi
siempre alejados del centro de las ciudades, con la privacidad y la discreción
como principios, los moteles u hoteles de alta rotatividad de América
Latina debieron salir de su escondite cuando la pandemia de COVID-19 los puso
-como a tantos emprendimientos- al borde de la quiebra. Mientras la mayoría
lucha por permanecer funcionando, algunos se reinventaron para convertirse en
alojamiento de infectados con el coronavirus.
En
Argentina, por ejemplo, existen unos 700 moteles u "hoteles
alojamiento" que emplean a unos 7.000 trabajadores, según informaron al
portal BAE Negocios desde la Federación Argentina de alojamiento por hora
(Fadaph). Para los integrantes del sector, la pandemia trajo consigo una
"situación desesperante".
"Nuestra
actividad vive del día a día, estamos imposibilitados de generar ingresos si no
es por la concurrencia directa de los clientes. Se hace difícil afrontar los
salarios sin ayuda externa por más buena voluntad que tengamos. Entre un 15 y
un 20% pudo pagar los salarios completo, el resto pagó a cuenta", lamentó
el presidente de la organización, José María Capelo.
Con
la vigencia de una cuarentena obligatoria desde el 20 de marzo en todo el
territorio argentino, los posibles clientes ya no pudieron concurrir a los
establecimientos. Una alternativa surgió entonces en Hurlingham, una localidad
de la provincia de Buenos Aires ubicada al oeste de la capital federal, donde
el Gobierno municipal decidió apelar a tres moteles para albergar a médicos,
obreros y policías de forma transitoria.
La falta
de camas para atender la emergencia sanitaria llevó a las autoridades
locales a apelar a las 80 plazas que ofrecen estos hoteles con alojamiento
seleccionados. Si bien en un primer momento pensaron en utilizarlos para alojar
pacientes, luego optaron por derivar allí a los obreros que trabajan en la construcción
en la ciudad de uno de los ocho hospitales modulares de emergencia
previstos por el Gobierno argentino para combatir el coronavirus. Los
médicos que se desempeñarán en ese centro y unos 30 policías enviados
especialmente a la localidad para participar de operativos por la cuarentena
obligatoria también serán derivados a los moteles.
Sin
embargo, la solución de Hurlinghan no logró extenderse a otras localidades de
Argentina. Según explicó Capelo, la mayoría de los moteles fueron descartados
como posibles centros de salud provisorios. "Nuestros hoteles son
pequeños, no tienen más de 25 habitaciones. Son poco viables porque
ediliciamente no están preparados, no hay un servicio de cocina, los pasillos
son muy angostos. Una camilla no gira, algunos no tienen ascensor",
detalló el empresario.
Colombia
ha sido otro de los países que prohibió que los moteles continuaran funcionando
durante las cuarentenas obligatorias. La prohibición dio lugar a situaciones
como las que se dieron en la ciudad de Cali, donde el grupo de
cazainfractores creado por las autoridades descubrió dos moteles que
continuaban operando de forma clandestina. En uno detuvieron a 19 parejas y en
otro a 13 personas, una de ellas menor de edad.
La
otra cara de la moneda se vio en el departamento de Sucre, al norte de
Colombia, donde las autoridades apelaron a adaptar moteles para recibir
pacientes con COVID-19.
Precisamente,
la colaboración de los moteles con las autoridades se vio en varios países de
la región. En Paraguay, por ejemplo, la utilidad de estos establecimientos para
albergar personas que llegan desde el exterior y deben cumplir una cuarentena
en aislamiento fue destacada por el ministro del Interior Euclides Acevedo
Candia. El mismo jerarca sorprendió cuando aclaró a medios paraguayos que los
moteles seguían habilitados durante la pandemia, aunque solo para parejas.
"Los
moteles y reservados están habilitados. Dos personas juntas no es una
aglomeración, a no ser que vayan entre diez y hagan una orgía. Eso ya no",
advirtió Acevedo Candia.
En
Chile, los moteles también continuaron funcionando a pesar de las restricciones
aunque con mayores precauciones sanitarias. La posibilidad de reinventarlos
para atender la pandemia también surgió, en ese caso por parte del alcalde de
La Reina, una de las comunas de Santiago de Chile.
"Son
habitaciones que deben tener entre 25 o 30 metros cuadrados, tienen espacios
independientes para pasar insumos, comida, medicamentos... Es muy adecuado para
este fin. Puede ser una gran alternativa", dijo el alcalde José Manuel
Palacios, según recogió el canal chileno Tele13.
Fuente:
Sputnik