El catastrófico terremoto de magnitud
8,8 y el posterior tsunami del 27 de febrero de 2010, que dejaron 521
fallecidos y 25 desaparecidos, marcó un antes y un después en los sistemas de
prevención de Chile, que trabaja desde entonces para que no se repitan los
dramáticos sucesos de hace una década.
Eran las 03.34 hora local (06.34 GMT)
cuando el sexto mayor sismo jamás registrado desde 1900, con epicentro en la
sureña región del Ñuble, a unos 400 kilómetros al sur de Santiago de Chile,
empezó a sacudir gran parte del país, afectando al 75 % de la población.
El denominado "27F" se
registró como el segundo más fuerte de la historia de Chile, según los
registros, solo por detrás del ocurrido cerca de la sureña ciudad de Valdivia
en 1960 de 9,5 grados Richter, el mayor de la historia desde que se tienen
datos.
El sismo provocó un devastador tsunami,
el cual tardó pocos minutos en llegar a las costas chilenas, arrasando en
primer lugar la isla Robinson Crusoe. Pero las autoridades no llamaron a
evacuar la zona continental a tiempo -y retiraron la alarma demasiado temprano-
y las enormes olas azotaron el litoral causando 106 muertes.
La descoordinación y las acusaciones
cruzadas entre los entes que debían actuar ante el tsunami -la Oficina Nacional
de Emergencia del Ministerio del Interior (Onemi) y el Servicio Hidrográfico y
Oceanográfico de la Armada (SHOA)- acabaron con seis imputados que tuvieron que
pagar indemnizaciones a los familiares de las víctimas.
Registro sísmico constante
Tras los dramáticos errores de
comunicación del 27F, se iniciaron profundos cambios en el sistema de
prevención chileno, como la creación del Centro Sismológico Nacional (CSN) en
sustitución de un antiguo servicio que solo trabajaba en horario de oficina.
Ahora, los 52 profesionales del CSN
comunican de forma ininterrumpida la localización, la magnitud y las posibles
consecuencias de los terremotos “prácticamente en tiempo real”. Dicha
información es enviada a la Onemi y al SHOA para que tomen las medidas
pertinentes.
“La calidad de los datos que se
registran es de primer orden”, afirmó a Efe el director del Centro Sismológico
Nacional, Sergio Barrientos, en la sala de control donde grandes pantallas
muestran los últimos movimientos del subsuelo chileno.
Barrientos agregó que la información es
compartida con entes internacionales, como el Centro de Alerta de Tsunamis del
Pacífico, para avisar a los países a cuyas orillas podría llegar el potencial
tsunami.
Además, señaló que en los terremotos de
2014 y 2015 en el norte del país, de 8,2 y 8,4 grados en la escala de Richter,
respectivamente, las autoridades decretaron “inmediatamente” medidas de
evacuación, lo que da cuenta de que los mecanismos de alerta han cambiado
“muchísimo” después del 2010.
Una respuesta rápida, clave para salvar
vidas
Aquella madrugada del 27 de febrero,
mientras las autoridades se debatían sobre si realmente existía riesgo de
tsunami, varias olas oscuras de más de 10 metros de altura se llevaron por
delante todo lo que encontraron en localidades costeras como Constitución,
Talcahuano y Dichato.
"Antes nos demorábamos veinte
minutos en determinar si se iba a producir un tsunami (después de un fuerte
sismo), y ahora solo cinco minutos. Es una diferencia tremenda", explicó a
Efe el director de la Onemi, Ricardo Toro.
La actual sede del organismo está
ubicada en un moderno edificio de 6.000 metros cuadrados dotado de avanzada
tecnología para responder a las exigencias propias de un país como Chile, uno
de los más sísmicos del mundo.
El año pasado, el país austral sufrió
7.733 temblores, equivalentes a 21 al día -la mayoría imperceptibles-, dado que
está ubicado en el borde activo entre la placa tectónica de Nazca y la
Sudamericana, en el extremo oriente del llamado “anillo de fuego del Pacífico”.
El director de la Onemi sostuvo que los
chilenos pueden sentirse “bastante tranquilos” con los avances y que se trata
de un proceso en “desarrollo continuo”.
Pero, ¿era necesario que ocurriera una
catástrofe de tal magnitud para constituir un sistema de alerta eficaz?
Para el director de la Onemi, "es
lo que pasa en general en todos los países: no se tiene conciencia del riesgo
hasta que se produce" un evento de este calibre.
Mirar al futuro: Talcahuano
Chile busca erigirse como el referente
mundial en prevención de tsunamis después de la dura lección aprendida el 27F,
y el modelo de la ciudad portuaria de Talcahuano, devastada por el maremoto de
hace una década, destaca por su ambición.
“El peor error de 2010 fue no saber qué
hacer, estábamos un poco perdidos”, admitió el jefe del Departamento de Gestión
de Riesgos de la localidad, Boris Saez, tras subrayar la necesidad de
anticiparse a los acontecimientos y conocer bien los fenómenos naturales.
Por ello, Talcahuano tiene la misión de
formar a sus vecinos para que tengan un "rol activo" en su propia
seguridad y cada “actor” sepa que papel tiene que jugar. Los niños lo aprenden
desde que son pequeños y la asistencia a los cursos para adultos no ha bajado
en los últimos años, según Saez.
“Cuando nos juntamos todos, se rema
hacia el mismo lado. Es un proceso que no termina nunca, pero que cada vez
avanza más”, concluyó.
Fuente: EFE