Las 18 toneladas de
basura que cubren la deshabitada isla de Henderson convierten ese remoto
territorio británico en el Pacífico Sur en el de mayor densidad de desperdicios
producidos por el ser humanos del planeta.
Redes y boyas de
pescar, cascos, mecheros, cepillos de dientes y envases de plástico forman
parte del cúmulo de desperdicios, aunque la mayoría son "objetos sin
identificar de los algunos solo miden un milímetro", explicó a Efe
Jennifer Lavers, del Instituto de Estudios Marinos y Antárticos de la
Universidad de Tasmania.
Lavers participó en
el estudio que la ONG ecologista británica RSPB llevó a cabo en Henderson y que
constató la presencia de 671 restos de basura por metro cuadrado en la isla, el
más alto índice del globo, según la revista científica Proceedings de la
National Academy of Science.
En el informe se
calculó además que unos 3.570 deshechos llegan a sus costas diariamente, pese a
que sus playas formen parte de a la Lista del Patrimonio de la Humanidad de la
Unesco.
Despojos de Japón,
China y Estados Unidos, pero también de Chile, Ecuador y Perú o de países más
alejados, como Alemania, Francia, España y Reino Unido, acaban en esa isla
descubierta por el portugués Pedro Fernandes de Queirós en 1606 y que forma
parte del archipiélago británico de Pitcairn.
La distancia no es un
impedimento para la llegada de desperdicios: el territorio, de 37 kilómetros
cuadrados, se encuentra a más de 5.000 kilómetros de distancia de la masa
continental más cercana y solo recibe visitas con fines científicos cada cinco
o diez años.
Lavers explicó por
teléfono que una posible causa de la elevada contaminación podría ser su
proximidad al giro oceánico del Pacífico Sur, un sistema de corriente marina
rotativa que transportaría los desechos de otras naciones hasta el lugar.
La experta pronosticó
que la contaminación en Henderson y en el planeta se agravará en el futuro por
el cambio climático y el calentamiento global y originará "que muchas de
las corrientes que conocemos cambien en la dirección, profundidad o
velocidad".
Estas modificaciones
causarán cambios en la acumulación del plástico en los próximos años, "lo
que puede exponer a los mismos problemas a nuevas comunidades de especies de
otros lugares", precisó Lavers, que instó a los gobiernos del mundo a
gestionar mejor la basura y compartir sus conocimientos con las naciones menos
desarrolladas.
Los científicos
calculan que más de 300 millones de toneladas de plástico se produjeron en 2014
en todo el mundo, mientras que en la década de 1950 la producción mundial no
llegaba a los dos millones de toneladas.
El plástico que no es
reciclado flota y tiene un período de vida bastante largo, una situación que
pone en peligro las más de 200 especies que habitan en los océanos, entre ellas
peces, invertebrados, mamíferos y aves.
Los restos de
plástico representan un peligro para muchos animales que se enredan en ellos o
los ingieren, además de que también pueden acabar en las orillas de las playas
formando barreras que impiden el paso de las tortugas marinas.
"Hay muchos
problemas, aparte de lo visible, que es la basura en las playas del mundo, está
el impacto económico en el turismo y la vida salvaje", comentó Lavers,
quien también alertó que estos mismos deshechos afectan a los humanos, muchos
de los cuales solo se preocupan cuando los problemas les tocan de cerca.
"El 25 por
ciento de las especies marinas comen plástico, aunque el número aumenta cada
vez más. Según las investigaciones, los peces o las aves ingieren plásticos que
liberan toxinas en sus tejidos", señaló la experta.
"Y si uno come
un pescado con estos tejidos contaminados, en realidad estamos comiendo nuestra
propia basura", acotó.
Fuente: EFE