Ante las más
altas autoridades del país, encabezadas por la Presidenta Michelle Bachelet, en
la Catedral Metropolitana, el pastor saludó a los presentes y señaló que
"con gratitud y confianza, renovamos el propósito de aguardar “como
centinelas la aurora” y como “esforzados albañiles”, la luz, la misericordia y
la salvación que vienen de nuestro Dios, don de vida abundante para todo el
pueblo de Chile (Cf. Salmo 130).
Luego, indicó
que esa espera mencionada en el citado salmo "presupone el
cultivo una actitud humilde, de búsqueda y de servicio, lo que implica
discernir metas altas e itinerarios que lleven a ella".
Añadió el
pastor que los sentimientos de frustración y de temor a causa de las crisis y
pruebas de este tiempo "amenazan con apagar la esperanza de la nueva
aurora". Ante ello, dijo que "la oración de esta mañana quiere
sostener la fe y la esperanza de muchos, con la mirada que permite descubrir a
Dios que habita en nuestra ciudad, en nuestras calles y en nuestras plazas; que
vive entre los ciudadanos, promoviendo solidaridad, fraternidad, deseos de
bien, de verdad y de justicia (cf. Francisco, “Evangelii Gaudium”, n 71).
Insistió en la figura del centinela que aguarda un nuevo amanecer: "El centinela es quien espera con confianza la llegada del un nuevo día y salta de gozo por la vida que florece; es un cultivador incansable de optimismo y de esperanza y es también el vigía, que renuncia al sueño de la noche para evitar los peligros y ser sorprendido por el enemigo".
Más adelante, el cardenal Ezzati se refirió a la responsabilidad común de ser ese centinela, que corresponde, afirmó, a toda la comunidad, especialmente a quienes ostentan responsabilidades políticas y sociales. Recordó lo que al respecto dice el Papa Francisco en Laudato sí: "El marco político e institucional no existe solo para evitar las malas prácticas, sino sobre todo para estimular las mejores prácticas, para estimular la creatividad que busca nuevos caminos para facilitar las iniciativas personales y colectivas.”
Posteriormente, el Arzobispo de Santiago expresó que "en pleno proceso eleccionario se nos ofrece, entonces, una excelente oportunidad para valorar el rol de la política, para superar la tentación del descredito, de la desconfianza y de las polarizaciones estériles y para reafirmar el propósito de hacer real el proyecto de una estatura cívica alta, puesta al servicio de todos, de manera especial, al servicio de los más postergados. A ello, con humildad, quiere contribuir la Iglesia. La visión de quienes creemos en Jesucristo, no pretende ser exclusiva, ni excluyente, pero, a la vez, y buscando el bien superior del país, quiere ser una voz que anuncia con convicción ciudadana, lo que no podemos ni debemos callar".
En otra parte de su mensaje, el cardenal Ricardo Ezzati enfatizó en "la sacralidad de la vida, de toda vida humana, desde su concepción, en todo el arco de su desarrollo, hasta la muerte natural: la vida, el primero y el más fundamental de los derechos humanos, pilar granítico sobre el cual se cimientan todos los demás derechos". Y agregó: "Por eso, respetuosos de la legislación que el Estado se ha dado, “nuestra opción por la vida se traduce en redoblar nuestro esfuerzo para seguir acompañando a las mujeres que viven situaciones límite en su embarazo, a las que deciden continuar con él y a las que piensan que el aborto es una solución. La Iglesia… ofrece sus manos y extiende su abrazo de servicio a todas las personas que necesiten paz, amparo, apoyo y consuelo.” (cf. Mensaje del Comité Permanente, 21 de agosto de 2017).
Acogida, comunión y solidaridad
También el
Arzobispo de Santiago agradeció iniciativas esperanzadoras: "Se nos da
vislumbrar la silueta de proyectos que llena de esperanza y estimulan a la
corresponsabilidad: son los niños y los jóvenes de nuestra Patria con los
cuales aún mantenemos deudas de abandono y de una educación de mayor calidad;
son los rostros de migrantes y refugiados que, junto a ciudadanos chilenos,
buscan amasar el mismo pan de la dignidad, la acogida y la integración, como lo
hicieran otros tiempos, un Andrés Bello (venezolano-chileno, redactor del
Código Civil, creó la Universidad de Chile), un Ignacio Domeyko
(bielorruso, chileno por gracia, científico, creó la Escuela de Minas de La
Serena), una Bernarda Morín (canadiense, fundadora de las Hermanas de la
Providencia) o un Alberto De Agostini (italiano, misionero salesiano, denunció
crímenes contra los aborígenes). Son los adultos mayores que nos reclaman trato
y pensiones dignas; son los pobres y marginados con sus sueños de justicia y
solidaridad; tantas familias que aspiran crecer en el amor y en la comprensión;
enfermos que invocan el derecho a salud; encarcelados que esperan que la
privación de libertad no sea solo un castigo, sino una oportunidad para rehacer
la vida; son ciudadanos y ciudadanas que desean contribuir al mundo de la
política, de la cultura, de las ciencias, de las artes para hacer de Chile “un
hogar para todos”.
En los
párrafos finales de su homilía, el cardenal Ricardo Ezzati afirmó que
"Chile necesita volver a encantarse con la cultura de la acogida empática,
del respeto mutuo y de la colaboración generosa que caracteriza su alma, para
contrarrestar los nubarrones de una cultura relativista, egoísta y
excluyente". Y que "necesitamos avanzar hacia una antropología de
sentido que la fe del pueblo lleva su plenitud más alta. Es urgente superar la
tentación de un laicismo agresivo que pretende marginar la fe del pueblo de la
esfera pública y que, arrogantemente busca negarle la justa visibilidad propia
de una respetuosa libertad cultural".
Terminó
señalando que "en vísperas de la visita del Papa Francisco, en la
atmósfera preelectoral que nos rodea, confiamos a la intercesión de la Virgen
del Carmen el propósito de cultivar una ejemplar amistad cívica haciendo
realidad la vocación de Chile, llamado al entendimiento y no de enfrentamiento".