"Damas y caballeros, con ustedes:
¡Vanesa Star, la Negra Lay, Yessenia Duval, Yajaira Martíney y... Kathy
Larson!", anuncia desde hace 40 años en Chile el apuesto Juvenal Rubio
para presentar el circo de transformistas Timoteo, uno de los espectáculos más peculiares
de América Latina.
Un bosque de largas piernas masculinas
enfundadas en finas medias y cortas minifaldas se despliega ante doscientos
espectadores que, carcajada tras carcajada, asisten a un burlesco espectáculo
repleto de dobles sentidos, alusiones sexuales y pícaro lenguaje.
"Somos como un pequeño pueblo
nómada, un oasis dentro de la sociedad", explica a Efe Enrique Serrano,
uno de los artistas transformistas, mientras retoca el maquillaje de set
televisivo y se pone los zapatos de cenicienta que lo convertirán en Kathy
Larson, el personaje femenino que lleva representando desde hace 26 años.
Serrano forma parte de un elenco de
ocho artistas que, todas la noches, desde hace más de cuatro décadas, se sube
al escenario del Timoteo, un popular bastión de libertad y tolerancia en el que
el humor y la parodia le han ganado el pulso a la estigmatización que impera en
la tradicional sociedad chilena.
Dentro de su diminuta caravana,
plantada en el pueblo costero de San Antonio a 128 kilómetros de Santiago, se
condensa todo un universo circense escrupulosamente estructurado: pelucas
brillantes de distintos colores y boas de plumas exóticas cuelgan de la pared,
repleta de retratos de Rocío Durcal, estampillas de la virgen y una fotografía
antigua de cuando era joven y sirvió en la armada.
"Solo fue una etapa, después
quise marcharme a Estados Unidos pero no me resultó. Conocí a René Valdés y me
propuso que me quedara en el circo. De eso ya hace 26 años. Ahora tengo 70 y de
aquí ya no me muevo. Soy feliz así".
Más que un circo, el Timoteo es una
gran familia encabezada por René Valdés, un genio del humor y la parodia que a
sus más de setenta años sigue dando cobijo a un gran número de transformistas,
cuyos espectáculos han sembrado el país de tolerancia y complicidad hacia las
minorías sexuales.
Algunas de las actuales estrellas del
espectáculo acudieron a René con sólo trece o catorce años sin más equipaje que
una bolsa de mano con la que huyeron de la pobreza, la violencia o la discriminación.
"Nosotros fuimos los primeros en
abrir las puertas de la homosexualidad y el transformismo en Chile",
explica a Efe Luis Tomás Martínez.
El Circo Timoteo fue, y todavía sigue
siendo, un refugio de formas de vida diversas en un país que no aprobó el
divorcio hasta el año 2004 y que hasta ahora no contaba con ningún tipo de
reconocimiento para las parejas del mismo sexo.
Durante las cuatro horas de
espectáculo, la carpa se convierte en una íntima guarida en la que todo puede
ser posible y el mundo en el que quisieran vivir sin tabúes ni prejuicios se
convierte en una ilusoria realidad.
"Al principio nos llamaban
degenerados", relata Arturo Solís, otro de los veteranos artistas
recordando los arduos días de la dictadura militar de Augusto Pinochet, cuando
cada cierto tiempo caían presos y les daban "hierro".
De pie, los dos centenares de
heterogéneas almas exultantes aplauden y ovacionan el baile final de estas
divas nocturnas de espectaculares espalderos con plumajes de ensueño y
vertiginosos tacones deslumbrantes.
"Ahora la gente nos busca, nos
sigue, nos quiere", manifiesta Martínez con una chispa de orgullo al
recordar cómo, función tras función, con mucho orgullo y más esfuerzo,
consiguieron transformar el prejuicio en admiración.
Poco a poco, todo fue cambiando y el
Timoteo se hizo un lugar en el patrimonio circense chileno. Ahora es toda una
leyenda viviente cuyos números han sido copiados por algunos espectáculos de
transformistas y diversos programas de televisión.
Uno a uno los espectadores van
enfilando la salida y la calma vuelve a posarse sobre la carpa en la que la
vida y el bullicio del espectáculo dan paso a la nostalgia del silencio.
Mañana a Timoteo y a su compañía les
tocará desmontar el campamento. Se van para otro pueblo donde levantarán con
esfuerzo su monumental carpa color carmín e izarán de nuevo en Chile su
invisible bandera de libertad con plumas y fantasías de leopardo.
Fuente: EFE